miércoles, 11 de noviembre de 2009

Nos acercamos a Miguel Hernández


El 9 de marzo de 1937 se casa civilmente en Orihuela con su Josefina. El novio, radiante, luce uniforme de campaña. Riguroso traje de luto la novia por su padre, asesinado en Elda a pocos días de iniciarse la contienda. Celebrarán su luna/sol de miel en Jaén, donde corregirá, ya en abril, las pruebas de imprenta de Viento del pueblo. A los cuarenta días de felicidad, tiene la esposa que desplazarse urgentemente a Cox para acompañar a su madre en sus últimos instantes. Afortunadamente, son suficientes estas semanas de pasión y erotismo para recibir la soñada noticia (7 de mayo):

No sé cómo decirte la gran alegría que tengo con lo que me dices de que voy a ser padre y cuando lo he leído te hubiera llenado de besos de arriba abajo, mujer, compañera, tormento mío. Ya me parece que eres de cristal y que en cuanto te des un golpe, por pequeño que sea, te vas a romper, te vas a malograr, me voy a quedar sin ti..."

Sólo cuatro días después, le envía este extraordinario poema, que incorporará en última hora a Viento del pueblo:

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.
...
Espejo de mi carne, sustento de mis alas,

te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.
...
Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:

aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo a tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras

Es preciso matar para seguir viviendo.

U n día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.
...
Para el hijo será la paz que estoy forjando.

Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

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