Haruki Murakami es un obrero del talento. Cuatro horas de tecla al amanecer, sin esperar que todo lo que salga sea bueno. Mucho esfuerzo y mucho ingenio para poder llegar a ser un escritor gigante, sin serlo. Mucho entrenamiento y muchas horas para dejar a punto el músculo de la voluntad, la concentración y la respiración. El autor de Tokio Blues aprendió a sudar, a hacer pico y pala de ficción todos los días, con las zapatillas puestas: "En mi caso, la mayoría de lo que sé sobre la escritura lo he ido aprendiendo corriendo por la calle cada mañana. De un modo natural, físico y práctico", reconoce en el libro De qué hablo cuando hablo de correr, publicado por Tusquets, en el que explica al detalle cómo entiende su oficio.PÚBLICO, 30 de marzo
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