viernes, 10 de diciembre de 2010

PATRIMONIO DE PHILIP ROTH




30/11/2010:



Patrimonio.


Volver a leer a Philip Roth ha sido el reencuentro con un viejo amigo olvidado, un amigo de la adolescencia, un amigo que me marcó más de lo que había creído, y cuya huella sólo ahora consigo descifrar.

Su novela "El lamento de Portnoy" acompañó mi despertar a la vida, al erotismo, a la lectura y a la escritura; sin saberlo, me gustó tanto su estilo que de forma inintencionada he intentado imitarlo, y que sólo ahora soy consciente de ello, al leer este libro, "Patrimonio", que de nuevo me acompaña en una situación similar a la que él describe, como si hubiera estado esperando el momento adecuado para regresar a mi vida.

Incluso haciendo la presentación a medias, entre Maxi y yo, ambos hemos intentado pasarnos la pelota de algún fragmento difícil que, finalmente, se ha quedado en el aire por nuestra mutua cobardía, y que sólo en el refugio de la palabra escrita me atrevo a presentar: ¿Cuál es el auténtico patrimonio de Philip Roth? Según sus propias palabras, no son los tefelines, ni el cuenco de barbero, ni ninguna otra propiedad de su padre, sino la mierda, lo cual viene a raíz de un episodio en el que su padre se defeca encima, e intentando arreglarlo se pringa a sí mismo y todo el cuarto de baño, y el hijo tiene que recogerlo todo sin que nadie se da cuenta. Esto es una clara evidencia de la transferencia de hijo a padre, uno se convierte en el padre de su padre, asume su guarda y tutela, le tiene que ayudar y tiene que tomar decisiones por y para él, tarea ingrata donde las haya.

M.J.

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