viernes, 23 de octubre de 2009

Taller "Historias de aquí y de allí"

21 comentarios:

carmen dijo...

Dirè en primer lloc que em dona molt de vergonya trencar el "silenci" perque ací ningú hi ha dit rès, i mès fer-ho en valencià (que em perdone Maxi per las meuas faltas d'ortografia que segur que'n tinc moltes), però crec que algú tè que animarse, i jo sòc una miqueta osada per a algunes coses com aquestes.
Volia dir nomès que ho vaig passar molt bé, però que molt bé (deu meu, les faltes d'ortografia) en el taller l'altre día, que voldrìa que tot el mon s'animès i anara, perque va ser una experiència meravillosa. Gracies als profesors y als companys, feia temps que no ho pasava aixì. Gracies a tots.

CLUB DE LECTURA dijo...

Carme:

Molt bé! Per a aprendre una llengua hem de ser una miqueta agosarats. Així és que no et preocupes per les faltes, temps hi haurà de corregir-les.

Jo també estic satisfet amb el resultat de l´activitat. Però encara no ha acabat. Ara hem de donar publicitat als textos escrits perquè sincerament estaven molt bé. Qui encara no haja acabat el seu text que s´anime i que ens el done.

Maxi

Anónimo dijo...

A mi també em va pareixer un matí molt profitós i els textos que es van llegir em van agradar molt.
Rosario

Maxi dijo...

Me llamo Ángeles Bas. Nací en Fuente la Higuera, el 11 de agosto de 1938.

Durante mi infancia, mis padres cambiaron a veces de casa. cuando me casé, me puse a vivir en otro sitio, en el mismo pueblo; esto fue en 1962.

En el 69 nos fuimos a vivir a Sax, un pueblo de la provincia de Alicante, donde tenía mi marido una hermana de su madre y cinco primos que se portaron muy bien con nosotros. Nos fuimos mi marido y yo con dos hijos: un niño de 15 meses y una niña de 5 años. Yo lo pasé muy mal porque me dejé en el pueblo a mis padres muy mayores. Justo en aquella época le diagnosticaron un parkinson a mi madre.

En Sax viví 26 años y allí nació mi hijo pequeño, que es el único de la familia que no es fontí, pues todos los antepasados, tanto de mi marido como los míos, son del mismo pueblo. Ahora tengo tres nietos y también son del mismo pueblo.

En 1994 nos vinimos a vivir a Valencia a causa del trabajo, y después de jubilarse nos hemos quedado a vivir aquí, aunque tenemos casa en el pueblo y un hijo y tres nietos, por eso vamos mucho.

Angelita

Maxi dijo...

Viví en Valladolid con mis padres y primos: una gran familia en la que lo pasábamos fenomenal. Era una época llena de felicidad y sin preocupaciones.

Después de un tiempo fui con mis padres a vivir a Barcelona, donde compartí la vida de estudiante junto con mis compañeros y mi familia.

Estuve en Londres durante seis meses pues allí vivian unos primos. Visité la ciudad y alrededores aunque añoraba mi casa en Valencia y mi familia.

Luego nos fuimos junto con mis padres a vivir a un pueblo de la provincia de Valencia llamado Almàssera. La vida en el pueblo era muy diferente, paseábamos en carro, barríamos y regábamos la calle en verano. Además iba todas las tardes junto con los amigos a la estación. También los domingos con las bicicletas paseábamos hasta la playa.

Y por último pasé a vivir a Valencia, concretamente a la calle Alboraia. Me gusta mucho la vida de barrio, tener gente conocida que sabes que puedes contar con ella en un momento dado, al igual que con los vecinos...

Anónimo dijo...

Me gusta mucho este nuevo Blog, veo que nos hemos animado todos y participamos mucho más que el curso anterior.

Pienso igualmente que estuvo muy bien el jueves.

Gracias a todos,
C.L.F.

Anónimo dijo...

Taller de Historia 31/10/09

Hoy he entrado en blog y he visto las fotos del encuentro del Taller de Historia del día 23/10/07
He sentido una gran envidia,” envidia sana” por no haber podido compartir con todos los conocidos y los no conocidos que aparecen en las fotos todas esas experiencias de las que habéis podido hablar y que he leído en los comentarios.
Seguir adelante todos somos ciudadanos del mundo y eso nos une.
Me alegro de que el taller funcione tan bien y de que la gente ya empiece a animarse a escribir sus comentarios.
No sabéis como os echo de menos. Pero nos veremos (si la autoridad lo permite) el próximo día 06/11/09.
A.H.M.

Anónimo dijo...

Hace unos años tuve la suerte de poder viajar y que a mi marido le gustara. Teníamos los mismos gustos, nos gustaban los países de diferentes culturas.
Fuimos a Méjico donde mi sentimiento no puede ser mejor al tratarse de la luna de miel y mi primer viaje fuera de la Comunidad Valenciana.
Estuvimos en Egipto donde nos invadía la curiosidad del desierto, vimos paisajes preciosos e inolvidables amanceres en Kenia.
Otras veces la suerte me sonrió: me tocó una moto acuática en un sorteo y con el dinero nos fuimos a Brasil a conocer el Amazonas, las cataratas de Iguazú y demás.
Otro de los lugares más bonitos, aunque bonitos y sorprendentes son todos, es Tailandia. Allí nos envolvió la magia oriental en todos sus rincones. ¡Qué nostalgia! Luego vino a nuestras vidas Víctor. Los viajes y lugares cambiaron: París, Roma, Praga, el resto de España, y de vuelta a Valencia, nuestra casa.

Anónimo dijo...

Me llamo F. J. y nací en Benin City, Nigeria. Estuve viviendo en mi ciudad hasta los 16 años. A esa edad me fui a hacer viajes. El primero a la República de Benin. En Benin hay mucha gente, humildes pero buenas personas También cogí el autobús para ir a Burkina Faso. . De Burkina Faso cogí un autobús a Argelia y Marruecos. No fue fácil. Después vine a España. Aquí he visitado muchas ciudades y algunos países como Italia o Francia. Los españoles son buena gente y además son amables. Muchas gracias a todos.

Anónimo dijo...

Pocas experiencias puedo contar yo de mi paso por la vida en cuanto al cambio de población o cultura.

Mis abuelos paternos, aunque mi apellido viene de Barbastro (Aragón), ya vivían en Valencia, concretamente en la calle de la Corregería donde tenían un comercio del gremio de marroquinería.

Mis abuelos maternos desde principio del siglo pasado también formaron parte de los comercios de esta calle pero se dedicaron a vender los productos que se generaban en la familia, que era agricultora. Por lo tanto, montaron una bodega para vender los productos de la casa familiar como el vino, el aceite o los encurtidos.

Así se juntaton los astros en la misma calle y se enamoraron mis padres, que al casarse buscaron su nido en los alrededores de los comercios familiares. Cuando yo vine al mundo, ya tenían su vivienda en la Corregería, cerca del trabajo de mi padre.

De esta forma, formé parte del barrio hasta que, una vez tuve dinero por mi trabajo, compré una vivienda en el barrio de Marchalenes. Esta ha sido toda mi experiencia migratoria. Aunque parezca mentira, a mí me lo pareció en el momento que salí del entorno donde me había criado y me iba a un barrio que me parecía en aquel entonces fuera de la civilización. Pronto me acostumbré pues en este nuevo hogar podía disfrutar de una luz que en el anterior no había por tratarse de calles muy estrechas, ya que esa era la forma de construir en la antigüedad para que las casas resultaran más frescas.

Carmen Laborda

Anónimo dijo...

Me llamo Josephine Popoola. Soy de Nigeriana. Nací en Nigeria. Mi comunidad es Delta.

Cuando era pequeña vivía con mi tía. Iba a la escuela de primaria allí. De esta época, recuerdo a mis amigos de primaria y a mi tía.

Después, hice secundaria en mi pueblo que se llama Utagba-Ogbe. Allí vivía con mi abuela. De esta época recuerdo mis amigos del colegio y mis profesores. La pena fue que murió mi abuela.

Cuando terminé la secundaria volví a Lagos para trabajar y trabajé en un banco, también estudie pa obtener mis certificados (Advanced Diploma y Post Graduate Diploma) Cuando trabajaba en el banco, siempre viajaba a Suiza e Inglaterra visitando a mis hermanas. También visité Bélgica y Francia durante las vacaciones. En el banco, mis compañeros eran muy cariñosos y amables. Me sentía muy bien con mis compañeros.

Después vine a España EN EL 2007. Vivo en Valencia. Ahora estoy estudiando idioma español en CCOO. Me gustan mis compañeros y mi profesora.
Hecho de menos a mi familia y mis amigos.

Anónimo dijo...

PARTE 1: CASTELLÓN


Mi casa de Castellón era grande, muy grande, demasiado grande para una niña como yo (acababa de cumplir los veinte) que no tenía ni idea de lo que era llevar una casa. Me acababa de casar y era feliz, era lo único que me importaba. Pero aquella casa se me venía encima y para postre no conocía a nadie, sólo a José Luís que hacía lo imposible para que me sintiese a gusto, Yo mataba el tiempo intentando preparar las asignaturas que había dejado del Conservatorio para examinarme por libre, y entre eso y la casa pasaba el tiempo. Algún fin de semana volvíamos a casa de mis padres para verles puesto que sino íbamos se quejaban, pero yo prefería recorrer la zona de los alrededores que no conocía.
Me sentía a veces con cierta ansiedad cuando me quedaba sola, no llevaba bien el tener que hacer la compra... las comidas... Nunca lo había hecho y ciertamente, no sé cómo pudo José Luís sobrevivir a aquella época sin tener ninguna intoxicación.
Al poco tiempo me quedé embarazada de mi hija Andrea. La verdad es que fue una alegría para los dos, pero para mi en cierto modo también fue un susto porque sino sabía llevar una casa.. ¿cómo iba a saber llevar un bebé? Y eso del “Dios proveerá” yo no lo he visto nunca nada claro. Pero nació y todo poco a poco fue siguiendo su curso. Bien es verdad que tuve la suerte de que entre mis vecinos estaba Elena, una señora dela edad de mi madre, que se portó conmigo como tal y con mi hija como una abuela, cariñosísima. Aún recuerdo que gracias a sus consejos y cuidados mi hija también supero su primera infancia sin ninguna intoxicación.

Carmen Veres

Anónimo dijo...

PARTE 2: VALENCIA

Cuando volvimos a Valencia alquilamos un pequeñísimo apartamento donde vivían mis padres. No tenía nada más que 70 m2. ¡Creo que en mi vida he reñido más con José Luís!, y es que vivir en un espacio tan reducido con la niña que por entonces tenía ya cuatro años, yo creo que favorecía el roce en el peor sentido de la palabra. Que si -por qué has dejado eso ahí, -dónde me has guardado aquello, -claro, si lo hubieras guardado tú... y encima los juguetes de Andrea por todas partes. En fin que era un contínuo salto de obstáculos. Realmente cuesta más tener en orden un sitio pequeñito que uno grande, falta espacio donde guardar las cosas.
Por otro lado mi padre había tenido un infarto nada más nacer mi hija y éste le había tocado la zona que afectaba al ventrículo derecho encargado de la circulación pulmonar. Eso es lo que entendí, yo no soy médico y no sé si lo digo bien, pero el caso es que la consecuencia inmediata era que de pronto decía “me ahogo” y había que salir corriendo hacia el hospital, cuestión de unos minutos porque hacía edemas agudos de pulmón. Era un sin vivir. Yo siempre he querido mucho a mi padre, y verle así, en aquellas situaciones me producía mucho ansiedad, incertidumbre, dolor. Por otro lado como sólo éramos dos hermanos, hombre y mujer, y mi hermano vivía fuera de Valencia, el peso psicológico (ya ni digo otro) lo llevaba yo más que nada. Es lo que pasa siempre, las hijas por el hecho de serlo parece que tienen que ocuparse de los padres, y los hijos parece que con supervisar las cosas ya hay bastante. Espero que esto cambie algún día, porque aunque la mujer se ha incorporado al mundo laboral pienso que sigue siendo aún así hoy en día.
El caso es que recuerdo aquella etapa con cariño por el tiempo que tenía de estar con mi padre, y que él estuvo con mi hija su primera nieta, pero al mismo tiempo también con aquella sensación de ansiedad e incertidumbre que tenía siempre de no saber si, cuando llamaban al teléfono iba a ser mi madre pidiendo ayuda. Fue una época agridulce que el paso del tiempo hace que recuerdes mejor lo bueno y olvides lo malo que tuvo.

Carmen Veres

Anónimo dijo...

PARTE 3A: BÉLGICA

El viaje a Bélgica se nos planteó como un pequeño reto, teníamos que ir en avión haciendo transbordo en Barcelona, eso no sería ningún problema en una familia normal, pero en la nuestra... íbamos como peces fuera del agua cargados con la cámara de vídeo, la de fotos, los abrigos (allí por marzo hace bastante frío aún) que no habían cabido en las maletas, comida y agua para el perro, mis muletas... pero por encima de todo el transportín del perro. ¡Ay, el perro!, el bendito perro de mis hijos que al final había acabado siendo de mi marido y mío. Era la primera vez que el pobre animal viajaba en avión, y claro, como iba a hacerlo con nosotros en cabina (porque pesa menos de 5 Kg. y las normas lo permiten) nos habíamos pasado un mes entero metiéndolo en el transportín dentro del coche y luego dando vueltas por la autovía para que se acostumbrara al dichoso cajón y al movimiento dentro de él. Si hubiera sido un vuelo de ida y otro de vuelta... aún, pero es que eran ¡dos de ida y dos de vuelta!, no lo quería ni pensar, y encima cargados con todo ese montón de bártulos que parecíamos una familia de circo ambulante.
Pero el viaje pasó de aquella manera y llegamos, mareados pero llegamos a Bruselas, nos recogieron nuestros hijos, Anthony y Andrea, y nos trasladamos a Gante, y de pronto entramos en otro mundo. Una ciudad preciosa llena de canales, de edificios góticos, y... de silencio. Viniendo de España, de Valencia, que somos tan ruidosos, me llamó la atención muchísimo. La gente hablaba bajito, el centro de la ciudad prácticamente peatonal sin ruido, ¡si hasta los coches parecía que llevaban sordina!. En el hotel, que en realidad no era tal puesto que era un Bed & Breakfast, una casa de huéspedes antigua, con derecho a cama y un abundante y buen desayuno, llevada por un matrimonio al que solo vimos el día de la llegada y salida, nos recibieron muy amablemente, él guardaba un graciosísimo parecido con el pescatero del cómic “Astérix y Obélix” y sólo le faltaban las trenzas. Era, ¡cómo no! también muy silencioso, tanto es así, que a pesar de saber que había otros huéspedes con niños, no los oímos prácticamente y al no coincidir en el desayuno, el único momento posible de hacerlo, no llegamos a saber cuánta gente había en la casa hasta el final porque había un libro de visitas grande y muy bonito en el cual, quien lo quería, podía poner en su idioma correspondiente alguna frase dedicada o bien a la Casa o a los dueños de la misma. Nosotros lo hicimos también cuando nos fuimos para entre risas con sordina, cómo no, muy divertidos por la idea de plasmar allí lo bien que habíamos estado.

Carmen Veres

Anónimo dijo...

PARTE 3B: BÉLGICA

Al día siguiente de llegar a Gante salimos a conocer la ciudad. Yo tenía la sensación de que iba todo el tiempo con la boca abierta y me la iba cerrando cuando era consciente de ello. Los edificios, uno, dos, tres, cinco... eran impresionantes. Se notaba la gran historia que tenía detrás de sí la ciudad. El “Castillo de los Condes”, la Catedral gótica de San Bavón, el “Belfort” o torre atalaya que en todas las ciudades de Bélgica hay una y bien señalada. Es un monumento que simboliza la lucha del pueblo por la autonomía de la ciudad, y aún se conservan dentro de ella los derechos municipales. En otros tiempos, cuando acechaban enemigos, la campana avisaba a los ciudadanos. También cuando llegaban a la ciudad visitantes ilustres, cuando se realizaban las ejecuciones... En fin, creo que podría extenderme durante largo tiempo describiendo lo que ví puesto que me causó un gran impacto. Eso sí, al segundo día me entró un ataque de españolidad y por la tarde-noche de camino la “Casa de Atérix” como ya llamábamos al hotelillo, en un aparte para que no me oyeran mis hijos y después de un día de visitas silenciosas a todas partes, a la Catedral, a los museos (varios), a la Iglesia de San Nicolás, el restaurante, la cafetería, el autobús... etc, etc y todo ello con el perro, cómo no... le dije a mi marido muy bajito, muy bajito... “creo que necesito gritar, lo que sea, pero algo, gritar algo, tanto silencio, tanta conversación bajita... creo que no puedo más”. Mi marido se echó a reír bajito, por supuesto, e hizo que yo también lo hiciera. Al menos me desahogué un poco, estaba abrumada por la falta de ruido al que tan acostumbrada estoy sin darme cuenta.

Carmen Veres

Anónimo dijo...

PARTE 3C: BÉLGICA

Al día siguiente nos levantamos pronto, era el día de la boda de Anthony y Andrea, el motivo de nuestro viaje. Todos nerviosos naturalmente, ya habíamos sacado nuestros trajes de las maletas nada más llegar para evitar que se arrugaran, he ahí el por qué de que las llevásemos tan llenas y no que hubieran cabido los abrigos. Había que llevar todo lo necesario para la boda incluidos complementos, y quieras o no, ocupaban lo suyo. El día iba a ser largo pues el sistema allí es muy curioso, una boda ocupa prácticamente todo el día. Teníamos que estar a las 11 en el Ayuntamiento (un preciosísimo edifico gótico), nos acercamos andando mi marido, mi hijo y yo, y esta vez sin el perro. Ya estaban esperando algunos amigos de mis hijos y los padres de Anthony. Cuando ya estábamos todos llegaron los novios y entonces un señor a modo de maestro de ceremonias nos hizo entrar en el Ayuntamiento, indicándonos con amables gestos cómo y por dónde teníamos que ir pasando. Nos iba dirigiendo hacia una sala preciosa donde habían previsto numerosos bancos para los invitados y al fondo una especie de mesa de celebración de madera oscura parecida al ébano labrada laboriosamente, detrás de la cual nos esperaba de pie una Concejala impuesta con su banda y otra señora que llevaba también la suya correspondiente y de la cual ignoro el cargo pero que hizo de ayudanta de la primera. La ceremonia en sí me asombró, porque a la última que he ido en España en los juzgados fue un poco desangelada y rápida. Pero allí me pareció que se lo tomaban con más pompa y que le daban el tiempo que uno espera que le dediquen a tu boda, hasta el punto que la Concejala les leyó en el momento de la entrega de los anillos y del “sí quiero” un precioso poema de Khalil Gibran. Al salir nos dirigimos todos paseando y tomando el sol, y fotos a todos, hacia un hotel donde había previsto un aperitivo. La costumbre es invitar a ello a todo el mundo que haya asistido a la ceremonia, y consiste en una copa o más bien muchas copas, y canapés. Eso dura más o menos unas dos horas. Luego la familia se retira a casa a descansar a casa y a tomar algo juntos, y después se vuelve a reunir para cenar en un restaurante con la familia y los amigos más íntimos para cenar en un buen restaurante. La cena fue muy curiosa porque el abuelo de Anthony era médico en el antiguo Congo Belga (hoy República Democrática del Congo), su padre nació allí y parece ser que le hizo ilusión recordar todo aquello porque cenamos una gacela africana cuyo nombre no recuerdo, y otros alimentos curiosos. He de decir que realmente estaba todo muy bueno, pese a mi susto inicial que es cierto que tenía.
El resto de nuestra estancia en Bélgica fue un poco un contraste de costumbres, el adaptarnos al silencio fue lo que más noté, porque era realmente chocante. Y el estar conviviendo con otra familia y adaptarnos a su estilo de vida, también la diferencia de horarios y diferencias en las comidas. El motivo no podía ser más alegre, la boda de nuestros hijos, de la cual estábamos todos contentos. Yo no podía tener mejor yerno y el tiempo me ha dado la razón, aparte de ser un marido excelente es un mejor padre ahora que ha nacido nuestra pequeña Ariadna.
Reconozco que desde aquel viaje me enamoré de Bélgica y de la amabilidad de sus habitantes.

Carmen Veres

Anónimo dijo...

Hace casi nueve años que dejé mi vida anterior y me vine aquí, a España, soñando con una visa mejor, donde podría vivir con dignidad, pero la realidad tan amarga, fue diferente, llena de engaños por parte de la mayoría de personas que me dieron trabajo...El precio ha sido muy caro, porque estar en un pañis donde no conocía a nadie, donde nada de lo que tenía el país era parecido al mio, ni la religión, ni las costumbres y peor todavía no entender una palabra del idioma, un país donde estaba más sola que la una.
Luego, poco a poco, he podido conocer a un grupo de personas que me han echado una mano, me han sacado del pozo tan oscuro, del cual pensaba que nunca saldría. Son personas que me han ayudado a volver A confiar en mi misma y en los demás, el trato era de igual a igual. Les quiero dar las gracias a esas maravillosas personas que me han tratado como a un ser humano que tiene obligaciones y derechos. Gracias a Salva, su mujer y Adelina...hoy por hoy he llegado a donde estoy...quiero dar también las gracias a todas las personas con las que he coincidido en un momento u otro de mi vida aquí y que me han devuelto la sonrisa.
Este ha sido un resumen de mi trayecto en España, esperando que el final de la historia sea muchísimo mejor que el inicio.

Malika

Anónimo dijo...

Me llamo Amparo y nací en Valencia cerca de la calle Sagunto. Mis recuerdos se remontan a la infancia. En aquellos años había mucha escasez de alimentos, sin embargo me consideraba muy feliz pues estábamos todos los hermanos juntos con nuestros padres. Jugábamos con las amiguitas de nuestra calle todos los días a juegos muy divertidos después de salir del colegio. Mis padres eran muy trabajadores y trataban de ahorrar algo de dinero para que pudiéramos celebrar los cumpleaños y las Navidades con dulces y golosinas. Especialmente esperábamos con mucha ilusión a los Reyes Magos pues durante todo el año no podían dejarnos nada.
Cuando tenía 14 años me puse a trabajar en una fábrica de textil en la cual estuve hasta que conocí a un chico llamado Paco, que vivía en Ruzafa. Con él me casé a los 25 años motivo por el cual tuve que abandonar el domicilio de mis padres y me fui a vivir a Benicalap. Después de 40 años de matrimonio y habiendo tenido 3 hijos y, en este momento, 4 nietos sigo viviendo en Valencia.

Amparo G.

Anónimo dijo...

Mi padre nació en Rafelbunyol. Mi madre nació en Valencia ciudad y se casó con mi padre que se había quedado viudo y con un hijo. A los cuatro años de ello nací yo. Cuando yo tenía 5 años nació mi hermana Concha. Nueve meses después mi padre murió y nos quedamos huérfanos. En aquel entonces vivíamos en el pueblo donde mi padre puso un comercio. Se trataba de una de aquellas tiendas que tenían los pueblos en las que se vendía de todo, desde artículos de alimentación a ropa interior y alpargatas. Pasado un tiempo mi madre se casó de nuevo con un tío nuestro que se había quedado viudo de una hermana de mi padre. Se casaron y nacío mi hermana pequeña. Yo tenía 12 años. Ese año decidieron venir a Valencia y aquí nos trasladamos todos. Yo no quería ese traslado pues empezaba mi adolescencia con los enamoramientos propios de la edad. Una vez me hice mi vida en la ciudad, encontré que tenía más posibilidades para todo: cine y demás tipo de actividades. Incluso me metí en un orfeón, donde me lo pasaba muy bien. Luego ya llegó el trabajo y tener que orientar la vida laboral y privada. Estuve durante 35 años hasta que la enfermedad me jubiló y así hasta el día de hoy.

Paca

Anónimo dijo...

Aunque mis padres venían de Toledo, yo nací ya en Valencia, en una vieja casa cerca del río, pero allí sólo estuve siete meses por lo que no recuerdo nada, eso sí, la casualidad me llevó a estudiar por allí posteriormente. La curiosidad me llevó a indagar e inventar viejas historias: la riada que vivieron mis padres y hermano, la pulmonía que casi mata a mi padre, el deseo de mi madre de volverse al pueblo, y finalmente el temor de que mi hermano se quedara ciego puesto que la casa era muy oscura, que llevó a mi padre a cambiar de trabajo y de residencia.

Calle Colón, media vida allí. ¿Qué puedo contar? De todo, el primer colegio, los primeros amigos... ¡mi primera perra! Un recuerdo imborrable cuando llegué del instituto y mi madre me dijo que tenía una sorpresa para mí: "¿perro o perra?" -pregunté. Y allí estaba ella, en una caja de zapatos, gruñendo lastimeramente, aún con los ojos cerrados.

No hablaré de las primeras borracheras, eso no se dice, pero sí del inicio de la independencia, esos viajes, primero en autobús, luego en coche propio, coche de quinta o sexta mano, mi amiga y yo solas, a lo Telma y Louise, recorriendo España, perdiéndonos por pequeños pueblecitos, a veces adivinando la carretera cuando después de comer nos pasábamos con la bebida... ¿Cómo no sentir nostalgia de esa época? Libre sin ataduras...

Bueno, todo termina, y todo comienza, y la siguiente y actual etapa de mi vida transcurre en una nueva calle. Cuando me casé, tuve a mi siguiente perra, y posteriormente a mi hijo. No puedo decir que eso sea triste, claro, pero ya no existía esa libertad sin límites, ese no importar nada. Ahora era responsable de mi vida y ya ni siquiera podía conducir tan alegremente. Luego mi marido falleció y todavía tuve que ser más responsable, ¡qué fastidio! Afortunadamente, mi hijo ya es mayor, en ocasiones es él el responsable, el que me frena, con sus 18 añitos, y mi mente vuelve a estar dispuesta a correr aventuras. Lo malo es que debe arrastrar un cuerpo que ya no es tan ágil, que se marea y se cansa... eso, ya me he cansado y no escribo más.

Mª José.

Anónimo dijo...

Soy Awal, soy de Ghana. Allí pasé mi niñez y mi juventud. Trabajaba en la carnicería y cuidando a mi madre y a mi hermana. Pero llegó un momento en que la gente consumía menos y no podía mantener a mi familia. Entonces decidí emigrar a Arabia Saudita. Cuando llegué allí encontré a mis amigos. Ellos trabajaban limpiando coches así es que yo también empecé a hacer lo mismo. Allí tuve a mis dos hijos. Viví allí ocho años sin papeles. Era difícil por los controles de la policía y decidí emigrar a Francia. Cuando llegué allí, la situación era difícil. Me vine a España,a Valencia. Cuando llegué a esta ciudad a las dos semana concocí a una chica maravillosa en la clase de danza africana. Estuvimos saliendo varios años juntos y luego nos casamos.

Awal