lunes, 21 de noviembre de 2011

FILOSOFANDO SOBRE EL 20-N



La papeleta para el Senado había encogido en la lavadora de la democracia.


"Mayoría absoluta", rezaban los titulares de los principales periódicos del 21-N. Sólo algún medio alternativo se desmarcó: "la prima de riesgo inunda las urnas de votos".


Asumo mi derrota. Sólo yo soy el responsable de esta democracia cogida con alfileres.


La votante del partido minoritario se despertó. Era una mañana lluviosa. Intentó convencerse del valor supremo que la democracia otorga al voto de incluso alguien como ella: de izquierdas, feminista, ecologista... Por mentira que parezca, la lluvia no cesó en todo el día.


Desde el futuro, allá por noviembre de 2011, los investigadores rescatan estas palabras: "la democracia está por hacer y la política aún espera".


No me ha sido difícil descifrar su programa oculto. Sé que nadie más que yo ha reparado en ello. Pero yo sé leer entre líneas, entre los pliegues de su falsa sonrisa de mercadotecnia. ¿Cómo interpretar si no esa defensa numantina de la educación pública?


Desde un hotel de Dakar sigo la noche electoral en el canal internacional. Abro la ventana al murmullo de las calles oscuras y tranquilas a estas horas. Me siento a salvo de los mosquitos que no llegan a este duodécimo piso, también del tremor abisal del resultado.


Los directores de campaña lo habían pactado todo para el debate cara a cara. Mientras, bajo la lluvia, rebuscamos entre los contenedores a la puerta del supermercado. -Los yogures caducados para ti; yo me quedo con la bollería.


El presidente de la mesa no lo tenía todo previsto: ni el tamaño de las puertas, ni su ausencia de las listas del censo, ni, por supuesto, las dimensiones de la urna. Todo quedó eclipsado cuando apareció el gigantesco sobre que contenía el voto de Los Mercados.


Vemos las imágenes -ofrecidas por el propio partido- del último mitin del candidato. Éste acaba su mensaje de forma enfática forzando la ovación del auditorio. En un segundo plano, el joven de la camiseta a rayas reprime un bostezo, borrado de repente por un ondear de banderas.


El interventor asistía atento al escrutinio. El recuento de los votos, como si de una letanía se tratara, se abría paso en la espesura de la noche electoral: súmate al cambio, súmate al cambio, pelea por lo que quieres, súmate a lo que quieres, pelea por el cambio...


Estoy entre vosotros pero se diría que no existo. Tropiezo con vosotros en los pasillos del metro pero no nos tocamos. El tiempo se imprime en mi cuerpo y en el vuestro pero por lo visto yo no siento. Llegué de lejos para saber que el 20-N yo no cuento.


El barrio había amanecido sembrado de octavillas pidiendo el voto para no acabar "con lo que es de todos". Y es que en campaña, el asunto de la privatización del aire seguía levantando acalorados debates.


De vuelta del colegio electoral comprendió que, de nuevo, su voto no sería tenido en cuenta. Apagó la televisión y salió corriendo hacia la plaza donde últimamente la gente se encontraba.


Si yo gano, tú pierdes. Si tú ganas, yo pierdo. Si ellos ganan... todos perdemos.

"Para la semana que viene, tema libre", dijo el profesor, y aunque siempre habíamos aceptados sus indicaciones, de inmediato estalló un murmullo de protestas, ¡qué miedo nos da la libertad!

"¡Sexo para todos, marihuana legalizada! Bien -siguió el candidato- ahora que ya tengo vuestra atención, os presentaré mi verdadero programa electoral..."

"Votadme, y haré todo lo que pueda por vosotros, aunque no creo que pueda acabar con la crisis, ni mejorar mucho la sanidad o la educación, ni subir los sueldos, ni..." ¡No nos engañemos, nos gusta que nos mientan!

"Suerte, cariño", "Lo mismo te deseo, amor", y al salir de casa, uno caminó hacia la derecha y otro hacia la izquierda.

La estrecha minifalda dejaba ver las largas piernas morenas, la camiseta ceñida rebelaba la presencia de los duros senos, y el redondo ombligo mostraba el principio de un tatuaje que se perdía bajo la falda. Resultado: erecciones generales.

Entró movida por la curiosidad, porque nunca había visto abierto el colegio en domingo, pero al sentir las miradas expectantes de todos sobre ella, tuvo que acercarse a una de las vacías urnas y dejar caer un euro, al tiempo que protestaba: "¡qué poco solidaria es la gente!".

En ocasiones veo... candidatos, se mueven a mi alrededor, no sé si alguien más los ve, pero a mi me asustan, son grises, se esconden en las sombras, y se mueven por hilos invisibles que alguien maneja, esperando la orden de atacar...

- ¡Vota! -pronunció el presidente de la mesa, dejando caer mi voto en la urna, y yo, obediente, contesté: "Culpable".

¡Quiero tu voto, y el tuyo, y el tuyo! Os prometo sueldos más altos, os prometo todo lo que queráis, y además, os lo daré multiplicado por cero, ¿a qué esperáis? ¡quiero todos vuestros votos!

"¿A quién vas a votar tú?", "A mamá, ¿y tú?", "A papá, por supuesto" -contestó Caín, mirando con odio a su hermano.

Si en la farmacia solo nos van a dar genéricos, ¿por qué nos tenemos que decantar en política? ¡quiero un candidato genérico!

Se metió en la cabina, metió la papeleta elegida en el sobre, y fue a salir, pero no pudo, estaba encerrado, y el pánico se apoderó de él, gritó y golpeó, y otros gritos contestaron a los suyos, igual de aterrados, igual de inútiles.

Con tantos adelantos tecnológicos, ¿todavía hay que contar los votos uno a uno? ¿Por qué no dejamos que el pulpo Pablo, o el perro Tomás, elijan al vencedor?

Abrió el sobre, pero no contenía ninguna papeleta; derramó un trocito de arcoiris, unas gotas de rocío, una línea de horizonte, un olor a mar, a flores, unos gramos de amor, de esperanza... Y el presidente dictaminó: ¡Voto nulo!

Sentí el sobre temblando en mi mano, y pensé que era la emoción compartida con el presidente de la mesa. Solté el sobre, que siguió temblando; asistí impotente a la lucha del anciano hasta que logró introducirlo en la urna, y cuando lo consiguió, aplaudí: él era el único ganador.

Tenemos que votar por el cambio, es el único modo de que todo siga igual que está.


Súmate al cambio, pelea por lo que quieres... yo peleo, tú ganas, él pierde, nosotros nos aguantamos, vosotros buscáis empleo, ellos se frotan las manos.

¡Qué calor hace! cambio de chaqueta varias veces al día... ¡qué gracia, como los políticos!

No sabía qué votar; había oído muchas promesas y asistido a muchos debates, pero ahora las tristes papeletas bostezaban su contagioso aburrimiento, su falta de interés, su igualitario desdén hacia todos, y cerré los ojos para elegir a ciegas, para soslayar mi responsabilidad.

Llevo los dos sobres en el bolsillo, y sin mirar saco uno de ellos y lo meto en la urna. El otro me lo ha dado mi hijo, es la carta a los reyes magos, y lo debo meter en el buzón, pero me he equivocado de sobre, o de candidato, no sé, ¿se presenta Baltasar a estas elecciones?

Si meto mi voto en un bote, y el bote lo meto en un saco, y del saco saco el voto del bote, y devuelvo el bote al saco, y el voto sacado del saco y del bote lo meto en la urna diurna, cumpliré mi papel de ser fiel al país y elegir lo que merezco meter en el saco.

Veo las noticias, la propaganda electoral: no va a haber más gente en paro, nadie va a pasar hambre, ningún ser humano tendrá que huír de su país por ningún motivo... ¿es que tendrán razón los mayas y se va a terminar el mundo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Mayoria absoluta". Esto no es de extrañar, si es que son muchos. Aunque nunca lo parezca ¡verdad? Las gentes siempre quieren más. Más por que sí, porque es que "yo lo valgo" como se cantóaquella tarde. Si es que ni la burla infantil del adulto les conmueve, ni les hace reconocerse ¿iguales a cualquiera? No no son iguales, se vendan los ojos, se tapan los oidos, y después la boca, pero no por que no querer decir, si es que se tienen que repetir, "yo" si que valgo. Pero ni ese egocentrismo lo quieren compartir. ¿Será vergüenza?. Yo que soy muy mala urgaria seriamente en ella.